Monedas digitales

El dinero electrónico, entendido como todo valor monetario almacenado por medios electrónicos para efectuar operaciones de pago, no es algo nuevo pero, con los avances tecnológicos, están surgiendo nuevas e innovadoras formas de dinero digital.

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Foto de Shubham Dhage en Unsplash.
 

Llevamos bastante tiempo usando dinero electrónico, entendido como todo valor monetario almacenado por medios electrónicos para efectuar operaciones de pago y la banca electrónica y los servicios de pago electrónicos están regulados tanto a nivel europeo como nacional. Sin embargo, con los avances en la tecnología, están surgiendo formas innovadoras de dinero digital como las monedas virtuales, en particular criptomonedas, que se inician en el año 2009 con Bitcoin. Desde entonces han surgido numerosas monedas virtuales, que representan activos digitales usados como medio de intercambio o pago. El impacto de estas tecnologías ha hecho que los bancos centrales de muchos países estén explorando, probando e incluso lanzando una alternativa al dinero de curso legal, las conocidas como CBDC (Central Bank Digital Currency), monedas digitales del banco central, que funcionan de manera similar al dinero en efectivo. Sin embargo, las CBDC son diferentes a las criptomonedas.

El concepto de dinero digital es bastante amplio y es diferente al de dinero electrónico. Una de las formas de dinero digital son las monedas virtuales, y entre ellas, las comúnmente conocidas como criptomonedas, que, en su forma más habitual se despliegan sobre tecnologías de registro distribuido (DLT, Distributed Ledger Technologies), siendo blockchain la más usada. Las criptomonedas implementan una gobernanza descentralizada, de acceso público y libre, con la criptografía como base fundamental sobre la que se construye el sistema.

Desde la perspectiva del usuario final, se usan indistintamente los términos criptomoneda y token, aunque existe una diferencia técnica en su implementación: las criptomonedas propiamente dichas usan su propia blockchain, es decir, forman parte de su propio protocolo (las más conocidas son Bitcoin y Ethereum), mientras que los tokens se construyen sobre blockchain ya existentes mediante smart-contracts u otros mecanismos. Las criptomonedas pueden adquirirse en mercados de intercambio (conocidos como exchanges) y usarse en distintas plataformas.

La gran mayoría de criptomonedas existentes no tienen un valor objetivo o representan activos físicos, ni tienen un respaldo oficial. Existen un tipo concreto de criptomonedas, las denominadas stablecoins (monedas estables), cuyo valor está vinculado a otros activos, a una moneda de curso legal o incluso a algoritmos (por ejemplo, Tether, USDT, paridad con el dólar americano), que pretenden así garantizar la estabilidad de su valor. Sin embargo, están gestionadas por entidades privadas y existen casos donde no se ha conseguido la estabilidad pretendida (un ejemplo ha sido la caída de las monedas Terra – Luna en mayo y junio de 2022  [1] [2]).

Los mayores riesgos que presentan las criptomonedas son la volatilidad, la especulación y la falsa sensación de disponibilidad, seguridad y anonimato.

Las monedas digitales, conocidas como CBDC (Central Bank Digital Currency), son la alternativa que preparan los bancos a las criptomonedas. Para su implementación se podrían usar tecnologías blockchain y DLT, pero el empleo de dichas tecnologías no es imprescindible para una CBDC. En cualquier caso, la diferencia con las criptomonedas reside en ser implementaciones centralizadas, privadas y permisionadas, aunque existirán intermediarios, tales como proveedores de servicios de pago, y otros, que intervendrán en las transacciones. La motivación para el despliegue de las CBDC en muchos países abarca aspectos como promover la inclusión financiera, facilitar un acceso fácil y seguro, mejorar la eficiencia en pagos y el flujo de dinero, uso transfronterizo, crear dinero programable, establecer políticas monetarias y mecanismos de control, etc.

Muchos países [3] [4] están investigando, realizando pruebas, proyectos piloto y lanzando implementaciones de CBDC totalmente funcionales. Entre los más avanzados están Bahamas, con Sand Dollar fue la primera en tener una CBDC disponible para sus ciudadanos, algo que también ocurre en Jamaica, con JAM-DEX, en las naciones del Caribe-Este, con DCash y Nigeria con eNaira. En Europa se está trabajando sobre un euro digital.

Sin embargo, las CBDC dependiendo de cómo sea su diseño, implementación y condiciones de acceso y uso pueden traer consigo riesgos para los derechos y libertades de las personas físicas.

Casi todos los proyectos actualmente existentes de CBDC se basan en tecnologías de registro distribuido (DLT), empleando blockchain privadas (en los casos anteriores, sería Hyperledger-Fabric en eNaira y DCash, y NZIA en Sanddollar), aunque también pueden emplearse tecnologías más tradicionales desplegadas sobre las infraestructuras de telecomunicaciones (en el caso de JAM-DEX). En todos los casos se requiere un dispositivo móvil para el acceso y uso de las CBDC por parte de los ciudadanos, en donde las aplicaciones móviles de tipo cartera digital o wallet empleadas, pueden además suponer tratamientos de numerosos datos personales para la identificación y para permitir la aplicación de otras obligaciones legales (tales como KYC). Los dispositivos móviles presentan muchos problemas para mantener los datos seguros, privados y desvelan también muchos metadatos.

Las blockchain no son anónimas, y pueden ser monitorizadas. A su vez, las posibles opciones de diseño, con la intervención de intermediarios entre el banco central y el usuario (por ejemplo, AFIs, Authorised Financial Institutions en el caso de  Sanddollar, Financial Institutions con eNaira, proveedores de Wallets con JAM-DEX, Financial institutions y Agents en DCash), también ponen de relieve los riesgos que pueden presentarse en lo referente a los tratamientos de datos personales (como el rastreo y seguimiento de transacciones).

Singapur, con su proyecto de investigación CBDC Orquídea (finalizada su primera fase en octubre de 2022), identificó el potencial del dinero digital con fines específicos, o dinero programable (PBM, Purpose Bound Money), que permite añadir reglas en el propio medio de pago que definen restricciones en su uso (la lógica de programación y el valor que representa están acoplados), y también permitir ejecución automática de pagos cuando se cumplen ciertas condiciones (la tecnología subyacente para implementar esta funcionalidad se basa en contratos inteligentes, y el uso de wallets digitales). Podrían posibilitarse así perfilado de los usuarios y establecerse medidas políticas de gasto o de uso de servicios sobre segmentos de la población en función de dichos perfilados.

Otro de los riesgos presentes en el uso de las CBDC es su posible rechazo social. La política de desmonetización en Nigeria para incentivar el uso de su CBDC eNaira ha provocado recientemente rechazo social y protestas, donde los ciudadanos se sienten vigilados y no consideran que aporte beneficios a su vida cotidiana.

No hay que olvidar la dependencia tecnológica, los problemas de resiliencia a largo plazo (los algoritmos criptográficos podrían ser comprometidos), y los desafíos relacionados con la ciberseguridad, intrínsecos a las CBDC por brechas masivas de datos personales, y generales derivados de la vulnerabilidades de los dispositivos móviles que permiten a los usuarios gestionar sus claves y carteras digitales (robos, virus, puertas traseras, pérdidas, roturas,  etc.) y que cada vez se emplean en más aspectos de la vida diaria.

En el diseño de las CBDC ha de garantizarse la privacidad y minimización de datos desde el diseño. Además, ha de garantizarse un equilibrio adecuado entre la protección de datos y otros objetivos, como la lucha contra la evasión de impuestos, el blanqueo de capitales y financiación del terrorismo, tratando en conjunto los riesgos para los derechos y libertades de las personas.

En el sitio web de Innovación y Tecnología de la AEPD se puede encontrar más información relacionada con este tema en:

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